El eje verde vertebrador del norte de la ciudad se extiende sobre los terrenos que en el siglo XVI se denominaban Campo de Alvalade, que sirvieron de lugar de entrenamiento de las tropas del rey D.Sebastiao para la batalla de Alcazarquivir. A nales del siglo XVIII se plantaron los primeros árboles dando forma a una larga alameda cerrada, de mil doscientos metros de longitud, a la que se accedía por dos portones de hierro. Durante el siglo XIX tenía lugar en ella una importante feria en el comienzo del otoño, así como carreras de caballos que constituían un acontecimiento social en la ciudad. En 1869 se comenzaron las obras del lago que se utilizaría para el recreo y navegación de embarcaciones, y seguramente las primeras intervenciones paisajistas. En esa época pasaba por allí el tren a Torres Vedras.

En la década de 1930 el ayuntamiento encargó al arquitecto Keil de Amaral la elaboración de un proyecto de remodelación en el que se integrasen los elementos existentes. A esta intervención se debe la apariencia actual con caminos sinuosos adaptados al sentido longitudinal del parque. Dos láminas de agua animan el conjunto, la situada al norte de mayor extensión, aprovecha el antiguo lago y a ella se abre el restaurante y la casa de las barcas con la escultura de la mujer mirándose al espejo de Antonio Duarte del año 1949. La segunda lámina de agua en el sector sur del parque es meramente decorativa y tiene por surtidor una divertida escultura en bronce. La escultura da carácter al parque, acompañando el recorrido desde el acceso norte anqueado por las estatuas dos reyes Afonso Henriques, conquistador de la ciudad y Dom Joao I, siendo en su mayor parte de los años 30 y 40.

Destaca los ejemplares arbóreos en las plantaciones, con una amplia y variada colección de eucaliptus (Eucaliptus sp.), palmeras canarias (Phoenix canariensis), bosquetes de ombús (Phytolacca dioica) y casuarinas (Casuarina equisetifolia) y sotobosques cubiertos de las hermosas trompeta blancas de los lirios crinos (Crinum sp.).